«Zaqueo, baja pronto»

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Zaqueo es el nombre que le damos a nuestra oración vocacional. El apellido ‘vocacional’ no está en orden a buscar nuevos candidatos para nuestro seminario. Va más allá: refleja el deseo de la Iglesia de que, al igual que Zaqueo, el joven trate de ver quién es Jesús para su vida. Y de esta manera escuche la invitación a crecer en la amistad que le propone el Señor, sea cual sea la concreción. Es por eso por lo que se abren las puertas de nuestra casa a todos, con el deseo de ser un «sicomoro para verlo» ya que Jesús «tenía que pasar por allí» (Lc 19, 4). 

El segundo encuentro Zaqueo de este curso fue el pasado sábado 24. La oración se centró en el Evangelio de Lucas 9, 57-62, donde Jesús explica que seguirlo es una decisión seria. Algunos dicen que lo seguirán, pero luego resulta que tienen otras cosas que hacer. Un evangelio aparentemente difícil de digerir, ya que esas cosas eran tan legítimas como enterrar a un padre (cuarto mandamiento y última obra de misericordia corporal).

Marco, seminarista de propedéutico, compartió su testimonio y nos dio pistas para entender el evangelio: las cosas tienen su fundamento —¡y por tanto su gozo!— en Dios. Antes de ingresar al seminario, vivía tan absorbido por las cosas del día a día que perdió de vista quién era. Nos advirtió que este torrente de actividad puede convertirse en alienación y hacerte perder lo más importante. Lo comparó con el aviso de revisión del coche: «uno puede hacer como que no existe y resistir hasta que el coche se estropea».

Marco se dio cuenta de que el Señor lo invitaba a relacionarse con las cosas de una manera nueva, poniendo su vida en Cristo para mirarlas como Él lo hace. Esta certeza, nos cuenta, no vino de un sentimiento, sino de un hecho objetivo que el Señor coloca en la realidad. Así, su historia, realidad y Cristo no están en conflicto, sino que constituyen el lugar donde Dios actúa.

Y es que Marco trabajaba en un hospital de cuidados paliativos antes de entrar al seminario. Aunque disfrutaba mucho de su trabajo, también experimentaba la frustración de no poder salvar la vida de muchas personas. Esta situación se convirtió en un dato significativo para entregar su vida y «seguir al único que puede dar la vida para siempre». Pese a que, tomada la decisión de concretar este seguimiento, a Marco le daba cierto miedo «encerrarse», a la vez, «fue una pasada descubrir que el Señor lo hace todo nuevo». Con esta mirada, exclamó, «¡se goza más de todo!», e incluso las dificultades se convierten en «provocación para no perder la tensión hacia Cristo».

La vida debe ser la mejor explicación del Evangelio, como lo fueron las vidas de los santos. Marco nos propuso su historia para ayudarnos a comprender que las cosas, la realidad, las relaciones, las personas, etc., están en orden a Cristo, ya sea en la vida virginal o conyugal, pues es en Él donde todo da fruto. 

Después de este momento, la tarde tomó un giro artístico al representar la célebre obra El Gran Teatro del Mundo de Pedro Calderón de la Barca. Esta obra maestra del Siglo de Oro español presenta la vida como un teatro donde cada persona desempeña un papel significativo. Los personajes representan diferentes virtudes y defectos, enfrentándose a las decisiones que construyen su vida. Pero no están solos; la gracia les acompaña en todo momento con una cantinela: «obrad bien que Dios es Dios».

¿Cómo acabaron su papel? Pronto lo sabréis.

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